La primera vez que se menciona en la Escritura que las personas invocan el nombre del Señor es en Génesis 4:26: "Y a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre del Señor". Aquí, invocar el nombre del Señor significa que las personas comenzaron a reunirse para adorar juntos y buscar la ayuda del Creador. La línea familiar de Caín se contrasta con la de Set: los descendientes de Caín comenzaron a practicar el pastoreo (versículo 20), se dedicaron a la música (versículo 21) y a la metalurgia (versículo 22). A su vez, el mundo se volvía cada vez más perverso (versículos 19 y 23). Los descendientes de Set se distinguieron de su sociedad corrupta porque comenzaron a invocar el nombre del Señor.
Cuando Abram entró en Canaán, acampó entre Hai y Betel. Allí "edificó...altar al Señor, e invocó el nombre del Señor" (Génesis 12:8). En otras palabras, Abram agradeció públicamente a Dios, alabó Su nombre y buscó Su protección y guía. Muchos años después, el hijo de Abraham, Isaac, construyó un altar al Señor en Beerseba y también "invocó el nombre del Señor" (Génesis 26:25).
Invocar el nombre del Señor es invocar Su propio nombre "en oración y alabanza audible y en sociedad" (Albert Barnes). Invocar el nombre del Señor es acercarse a Él en acción de gracias, adoración y petición, y así proclamar el nombre de Dios. Invocar el nombre del Señor es orar "de manera más pública y solemne" (Matthew Poole). Los que son hijos de Dios invocarán naturalmente el nombre del Señor.
Invocar el nombre del Señor es fundamental para la salvación y conlleva la fe en el Señor. Dios promete salvar a los que, con fe, invocan Su nombre: "Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo" (Romanos 10:13; cf. Joel 2:32). Todo el que invoque el nombre de Dios para pedir misericordia y salvación, por o en el nombre de Jesús, se salvará (Hechos 2:21). "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4:12).
Usar el nombre de una persona expresa familiaridad y ayuda a conectar a una persona con otra. Lo primero que hacemos al conocer a alguien es presentarnos. Esto crea familiaridad para futuras conversaciones. Invocar el nombre del Señor es una señal de conocerlo y una forma de conectarse con Él. Hay una diferencia entre conocer a Dios y conocerlo personalmente. Invocar el nombre del Señor indica interacción y relación personal. Cuando invocamos el nombre del Señor, como forma de adoración, reconocemos nuestra dependencia de Él.
Lo que salva a una persona no es la acción, como tal, de "invocar" el nombre de Jesús; lo que salva es la gracia de Dios como respuesta a la fe personal en el Salvador al que se invoca. Invocar el nombre del Señor es más que una expresión verbal; también se muestra en el corazón y en los hechos a través del arrepentimiento. "Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo" (Romanos 10:9). "Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados" (Hechos 3:19).
Invocar el nombre del Señor tiene que ser una búsqueda de por vida (Salmo 116:2). Dios nos ordena que le invoquemos en tiempos de angustia (Salmo 50:15). El que "habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente" (Salmo 91:1) y tiene la promesa de bendición de Dios: "Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré". (versículos 14-15).
La Escritura también describe a los que se niegan a invocar el nombre del Señor, junto con los resultados de su desobediencia: "¿No tienen conocimiento todos los que hacen iniquidad,...y a Dios no invocan? Allí se sobresaltaron de pavor donde no había miedo" (Salmo 53:4-5).
Aunque las personas rebeldes o ignorantes se nieguen a invocar el nombre del Señor, Él está dispuesto a escucharlas y aceptarlas. Dios quiere ser hallado; está dispuesto a ser conocido: "Fui buscado por los que no preguntaban por mí; fui hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: Heme aquí, heme aquí" (Isaías 65:1; cf. Romanos 10:20).
En 1 Corintios 1:2, los que invocan el nombre del Señor son identificados como creyentes: "A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro". Invocar el nombre del Señor es una de las características del cristiano.
En resumen, los que invocan el nombre del Señor son los que lo reconocen como Salvador. Ya sea que se invoque el nombre de Jesús por primera vez para obtener el perdón de los pecados o que se invoque continuamente a medida que la relación progresa y crece, dándole a Él el señorío sobre nuestras vidas al rendirnos a Su voluntad, invocar el nombre del Señor es fundamental para la vida espiritual. En última instancia, invocar el nombre del Señor es una señal de humildad y dependencia de Dios, nuestro Creador y Redentor.