El apóstol Pablo o Saulo, que era su nombre hebreo, nació en Tarso en o después del año 5 d. C., dentro de una familia fiel a la ley judaica. Su padre era fariseo y Saulo fue criado guardando celosamente la ley judía. No sabemos nada de su madre, pero sí sabemos que tenía una hermana. En su juventud, Saulo estudió bajo Gamaliel, un famoso doctor de la ley y miembro del Sanedrín, el consejo supremo de los judíos.
De joven, Saulo se convirtió en un gran perseguidor de los cristianos. Él presenció el apedreamiento de Esteban, el primer mártir cristiano, y desde entonces comenzó a perseguir y maltratar a todos los que creían en Jesús como Señor y Salvador. Pero un día todo cambió.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles leemos la historia de la conversión de Saulo. Él había perseguido a la iglesia con gran crueldad y dedicación. Sin embargo, su encuentro con Jesús lo transformó de tal forma que Saulo llegó a ser un gran misionero de Cristo y plantador de iglesias.
Pablo es conocido como el apóstol de los gentiles, pues Dios lo llamó para dar a conocer su nombre en todas las naciones. Él llevó el evangelio de Cristo a todos con más dedicación que la que había tenido antes al perseguir. En sus viajes, animó a los creyentes judíos y alcanzó a gente de diferentes naciones con el mensaje de salvación en Jesús.
Hoy conocemos a Pablo principalmente por los 13 libros del Nuevo Testamento escritos por él. Lo consideramos un gran héroe de la fe que predicó a Jesús y que sufrió en gran manera por amor a él hasta el martirio. Pablo es, probablemente, uno de los personajes bíblicos más admirados y conocidos, un gran ejemplo de una vida dedicada a la obra del Señor.
Saulo fue un judío que nació en Tarso, una ciudad en el país que conocemos como Turquía. Hablaba hebreo, arameo, griego, y tal vez, latín. Su padre y su familia eran fariseos y Saulo recibió instrucción estricta de la ley desde su niñez. Él estuvo bajo la tutela de Gamaliel, un maestro de la ley muy reconocido, y creció como un judío muy celoso por guardar la ley de Dios.
Ese celo lo llevó a perseguir a los cristianos con determinación. Saulo estuvo presente en el apedreamiento de Esteban, el primer mártir cristiano. De ahí en adelante, Saulo se dedicó a hacer destrozos en la iglesia: entraba a las casas, y arrastraba a hombres y mujeres para llevarlos a la cárcel.
Saulo consideraba a los cristianos una secta contraria a la ley y deseaba acabar con ellos. Un día fue al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco para apresar a los cristianos y llevarlos a Jerusalén.
Pero, camino a Damasco, sucedió algo impresionante. Una luz del cielo relampagueó alrededor de Saulo con tal potencia, que él cayó al suelo. Al mismo tiempo, oyó una voz que le dijo, «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».
Saulo preguntó de quién era la voz que escuchaba. La respuesta que recibió fue: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate y entra en la ciudad, que allí se te dirá lo que tienes que hacer».
La vida de Saulo nunca volvió a ser igual. En ese encuentro con Jesús él quedó ciego, pero Dios envió a Ananías, un cristiano que vivía en Damasco, a que fuera a orar por él. Ananías conocía la fama de perseguidor de Saulo y tenía algunas reservas. Pero Dios lo convenció diciéndole que él había escogido a Saulo como un instrumento especial.
Ananías obedeció a Dios y fue a orar por Saulo, quien fue lleno del Espíritu Santo, recuperó la vista y se bautizó inmediatamente. Saulo se quedó en Damasco varios días y desde el principio, comenzó a predicar en las sinagogas afirmando que Jesús es el Hijo de Dios.
Todos se sorprendían al ver que el que antes los había perseguido, ahora predicaba a Jesús como el Mesías. Desde el principio, Saulo supo que no solo debía hablar a todos sobre Jesús, sino que también le tocaría sufrir mucho por causa del evangelio. Saulo no solo hablaba sobre Jesús con los judíos. Hablaba principalmente con los griegos y los no judíos, quienes lo conocían por su nombre romano, Pablo.
La iglesia estaba dispersa debido a la persecución, y Pablo comenzó a viajar a diferentes lugares. Dondequiera que iba, animaba a los hermanos que vivían en la diáspora, y también predicaba el evangelio en las sinagogas y las plazas.
Él trabajaba haciendo tiendas para sostenerse económicamente y llevaba el mensaje de salvación donde Dios lo enviaba. Sus viajes lo llevaron desde Damasco, Jerusalén y Tarso, hasta Chipre, Arabia, Antioquía y muchos otros lugares del mundo conocido en esa época.
Por amor a Cristo, Pablo sufrió muchos azotes, fue golpeado con varas, enviado a la cárcel, naufragó 3 veces, pasó hambre y sed, y hasta lo mordió una serpiente en una ocasión. Aun así, nunca se echó atrás en su fe. Él continuó firme, y predicó sobre el amor de Dios hasta su muerte.
Desde su conversión, Pablo dedicó su vida a proclamar el evangelio de Cristo por todo el Imperio romano. Eso le trajo muchos problemas y fue perseguido con fuerza. Él estuvo en la cárcel varias veces, la última vez fue en Roma. Allí estuvo en arresto domiciliario con bastante libertad, dentro de lo posible.
Al final del libro de Hechos leemos que Pablo recibía a sus hermanos en la fe en la habitación que alquilaba y en la que cumplía su arresto. Predicaba el reino de Dios y enseñaba sobre el Señor Jesucristo con libertad, aun cuando permanecía preso. Con certeza, los soldados que lo custodiaban escucharon el mensaje de salvación.
Sin embargo, eran tiempos de Nerón y la persecución contra los cristianos era cada vez más dura. La Biblia no lo dice, pero todo parece indicar que Pablo murió allí en Roma, decapitado, en algún momento entre los años 65 - 67 d. C.